martes, 2 de noviembre de 2010

El miedo del viejo Alfonso

       Cuando despertó muy temprano como todos los días desde que tenía uso de razón, Alfonso respiró profundamente asomándose a la ventana de su habitación en el segundo piso de un edificio de departamentos, y vio el amanecer más hermoso que jamás haya visto y fue inevitable recordar a Sara, su gran amor de toda la vida, que por esas cosas del destino o simplemente la vida, había muerto hace ya muchos años. Luego de tanto tiempo el recuerdo de ese día se mantenía intacto en la memoria del viejo. Cada detalle, en apariencia insignificante, se mantenía inalterable a pesar del paso de los años. Pero era un día hermoso, el sol se aproximaba lentamente dibujando las siluetas de los edificios negros, y el viento casi imperceptible de la mañana mecía son suavidad y dulzura el cabello gris del viejo Alfonso.    
Pronto la callecita en la que estaba ubicado su edificio se vio envuelta por esa luz mágica que se filtraba a través de las separaciones de los edificios. La luz alcanzó los pequeños árboles del patio delantero y todo pareció cubierto por una luz angelical, celestial. Entonces tuvo la certeza de que aquello que  estaba experimentando solo era revelable a alguien que iba a morir. Pero Alfonso siguió inalterable observando la magnificencia del espectáculo que tal vez le era obsequiado por alguna deidad.
La muerte está próxima, pensó. Terminó sus ejercicios matutinos, se bañó y buscó dentro de una caja de cartón en el que yacían viejos vinilos de boleros y valses criollos. Desempolvó su tocadiscos, tras unos golpecitos al aparato un disco de Felipe Pinglo comenzó a girar. Las notas de la guitarra de mezclaban con el sonido del agua que caía de la ducha y golpeaba contra la bañera La voz de Pinglo se opacaba ante la grave voz de Alfonso. Se vestía mientras tarareaba, se ponía un terno azul marino, muy elegante. Se mecía de un lado a otro bailando con el aire, le tomaba la cintura le sonreía con coquetería…amar no es un delito, porque hasta Dios amó… un par de vueltitas, y la sorpresa de descubrirse solo. Solo en este cuarto. Solo en este mundo. Hoy no hay lugar para tristezas de antaño, pensó, sonriéndole al mismo aire cálido que hacía las veces de compañera de baile.
El café se enfriaba de tanto mover la cucharilla en la taza. Se había quedado viendo una burbujita que daba vueltas al ritmo que imponía la cucharilla, giraba atrapada por el remolino oscuro que se iba enfriando. Cuando la burbuja desapareció tuvo la certeza que no importaba cuánto hiciera para luchar con su tristeza, ésta siempre se impondría y buscaría la manera de atormentarlo, partiendo de cosas muy simples como una burbujita en el café.
No quiso saber más. Cerró suavemente la puerta de su departamento algo venido a menos desde hacía algún tiempo. Ya en la calle, el aire húmedo y frío entró a sus pulmones y exhaló. Echó a andar por la calle en la que había conocido a Sara. Sarita, linda Sarita, tu carita tan hermosa como tu sonrisa, la misma sonrisa que me dejó, Sarita, viejo y cansado. ¿Qué importa la vida si uno no aprende a vivir sin ti, linda Sarita? Nada importa. Los días son feos para quien te extraña mi amor, son fríos y grises aunque el sol salga en el oriente e ilumine y llene de color el resto del mundo. Te traigo hoy rosas rojas, porque son las que más te gustaron. Sí, Sarita, tienes razón, todos estos años fui un miedoso, nunca pude soportar la idea. Pero ¿qué podía hacer? ¿Cómo aceptar tu partida? Solo hoy, linda, solo hoy he comprendido y pronto estaré contigo. Pero no quisiera irme sin haber visto antes tu última morada en la tierra, pues tan temeroso fui que me rehusé a asistir a tu entierro. Hoy estaré contigo antes que se ponga el sol. Y estas rosas no son para que me perdones no haberte visitado todos estos años, sino para que me perdones por apurarme, por impaciente, pero cuarenta años son muchos. No soporto más. Hoy partiré. Y la rosas son para que me perdones si a donde voy no es contigo.

martes, 19 de octubre de 2010

En blanco y negro

Primer cigarrillo
El humo se disuelve lentamente. Desaparece de a pocos mientras se eleva buscando su extinción. Entre los dedos el primer cigarrillo de la noche humea ondulante. Una, dos, tres caladas. Expulso el humo y se pierde en la noche. Es una mancha. Una mancha blanca en un traje negro, el más hermoso. Una mancha que no dejará rastros extendiéndose hasta encontrar su desaparición. Solo quedará el vaho a tabaco consumido por gusanitos rojos y amarillos que dejan a su paso un rastro de cenizas. Ese aroma es sagrado. PAZ. Sí, paz. Por eso uno fuma en noches como esta, tan hermosa y tan negra. Cuarta, quinta, sexta calada. El humo llega a mi pecho, recorre mis entrañas llevando su calor reconfortante.
 Don Gerónimo me observa de reojo. Este tipo me cae mal, me observa todo el tiempo. Pretende intimidarme, él sabe algo de mí, o al menos eso quiere hacerme creer. ¡No sabes nada, hijo de puta! Un día lo mataré, lo juro. Tocaré la puerta de su departamento del quinto piso. Iré con las barbas crecidas, disfrazado, no me reconocerá, entonces entraré apretando su cuello con mi mano. Lo ahorcaré, escupiré su cara, le sacaré los ojos, para que no joda desde el infierno con esa mirada inquisidora. Pero el vejete ese por ahora esta a salvo. Última chupada del cigarrillo.

Alguien pisa un cigarrillo en la entrada del edificio.

Segundo cigarrillo
Los dedos con los que sostiene el segundo cigarrillo a punto de terminarse, reciben un calor relajante, que recorre su cuerpo entero y se desplaza por su piel. El humo le llega a los ojos, lagrimea. Piensa en algo mientras se esboza en su rostro una leve sonrisita de niño al que se la ha ocurrido una travesura. Se lleva el cigarrillo a la boca. Retiene el humo en el pecho, sale lento por la boca como un vómito ascendente. Murmura algo. Tira el cigarrillo. Una mujer joven sale del edificio. Le mira descaradamente el culo.

Tercer cigarrillo  
Silencio. Ni un alma por la avenida. Mi alma es como el humo de este tercer cigarrillo, como el humo de todos los cigarrillos, se desvanece, desaparece, como yo. Solo se oye el suave sonido, casi imperceptible del tercer cigarro de esta noche especial consumiéndose. Consumiéndose el cigarrillo, también la noche y, cómo no, también mi alma. Ya es hora, a Adriana no le gusta esperar.

Caramelos de menta
Se disuelven en mi boca. Mi paladar se despierta por el sabor dulce y agrio a la vez.  No odio el sabor que deja el tabaco en mi boca, en cambio odio el olor de la sangre. Asco es la palabra. Ca-ra-me-los-de-men-ta. Pronto llegará el momento, la hora señalada. A la hora señalada. Adriana me enseñó esa película hace unos meses, luego vimos Casablaca y la misma noche hicimos el amor. Siempre ha amado las películas antiguas.
Lo he planeado todo, durante tanto tiempo, no es que la odie, no es con ella la cosa, la amo, pero este deseo es más fuerte que yo, más fuerte que mi amor. Hoy la asesinaré. Me encantaban sus labios, su cuerpecito de líneas suaves, sus dulces ojos, sus gemidos, sus moviemientos pausados cuando hacíamos el amor. Hoy gritar, pero nadie la oirá, la música estará muy alta, los chiquillos del cuarto piso tienen una fiesta, Adriana me pedirá que hagamos el amor, como todos los sábados, le pediré que ponga una de sus películas clásicas que tanto ama. Morirá en blanco y negro, con gritos ahogados como en una película de cine mudo.

domingo, 10 de octubre de 2010

EL MUNDO de Juan José Millás

Mientras leía este libro, me entraba una extraña sensación. Deseaba con todas mis fuerzas volver a ser un niño y descubrir un mundo desconocido dentro de las calles y las cosas más cotidianas, dejarme llevar por la ilusión de ser otro, jugar a ser un gran espía y, cómo no, ilusionarme con las luces de un primer amor.

De esas pequeñas cosas está llena este libro, cuyo protagonista nos narra la historia de su vida (que no es la vida del autor aunque a eso juega el libro) y cómo los recuerdos y fantasmas de su infancia marcan su existencia, de cómo una niña de su infancia lo persigue por los rumbos que da su vida hasta encontrase años más tarde en una conferencia en New York.

Es una historia de una vida que se transforma, como todos al pasar de ser niños y nos vamos convirtiendo en adultos.

Si bien Juanjo es el personaje principal, el personaje al que más cariño he llegado a expresar es al Vitaminas, un niño del cual el autor no da cuenta de su nombre real, pero que representa para el protagonista el compañero de toda la vida.

miércoles, 6 de octubre de 2010

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja". 

Julio Cortázar, Rayuela

ALGUIEN OBSERVA

Tal vez no deba escribir sobre esto, tal vez me condene al odio eterno de la persona de la que estoy a punto de hablar. No hay salvación para mí. No hay refugio ni sosiego para alguien como yo, y lo acepto. Sin embargo tengo miedo. Miedo a morir un día y no encontrar un infierno donde descansar. Tengo miedo a amar tanto y solo recibir una miradita de desprecio, tal vez asco, o quizás lástima, sí, eso: LÁSTIMA.

Resulta difícil escribir sobre ti, incluso ahora que ya no eres parte de mis días, físicamente, claro, porque no has dejado de estar ni un segundo merodeando en mis pensamientos. Te asomas a cada momento, tu sonrisa no ha dejado de invadir el tedio de mis días, y tu desprecio ha corroído cada recodo de mi alma y la ha llenado de rencor. Como dije al principio, después de esto me odiarás, creo que ya lo haces.

Confesaré muchas cosas de las que nunca creí que hablaría. No, en realidad sólo confesaré una: mi adicción a ti. Con eso basta. Mi afición (adicción es la palabra correcta) a verte de lejos, escucharte hablar. Supongo que por eso me odias, tal vez piensas que soy un depravado que te sueña desnuda o tal vez pienses que soy un idiota que jamás se atrevería a hablarte, quizás sí lo soy, pero recordarás que sí te hablé, que lo intenté, y si desistí de esa empresa fue porque sentía que me perdía con cada palabra que te dirigía, incluso con cada vocal. El silencio siempre ha funcionado como un excelente canalizador de mis sentimientos. El silencio funciona como la oscuridad, exalta la sensación de complicidad, ambas condiciones juntas crean el ambiente perfecto, un ambiente con el cual he soñado.

Mi afición a ti ha alcanzado niveles insospechados. Despierto con el recuerdo de un sueño borroso, pero que se las ingenia para hurgar en mi cordura, la convierte en la consecuencia de un choque fatal y me veo moviendo los labios esperando una respuesta del aire que se ha disfrazado de ti por unos segundos y el aire no responde con tu voz, porque tu voz es inconmensurablemente hermosa y el aire no habla el idioma que nosotros hablamos. No, el que yo hablo. Porque tú no hablas nuestro idioma. Ese sueño me persigue. En él estás distinta. Te cubre una espesa nube gris, sombría, que me seduce. Soy vulnerable a tu crueldad, no porque me haga daño, sino porque me gusta ir hacia ella. Esa nube no me deja acercarme, solo translucen tus ojos claros, pero descubro tus segundas intenciones, en ellas está el deseo: me deseas. Entonces despierto excitado, y el aire toma tu forma, y la atmósfera se cubre de tu aroma que nos es tu aroma sino un invento mío, porque nunca estuve tan cerca tuyo como para imprimir tu aroma en mi memoria. Entonces tu forma es solo un invento, es solo producto de una observación exhaustiva.

sábado, 18 de septiembre de 2010

FIN

Una llamada cambió el rumbo de mi vida. No fue una llamada con un mensaje fúnebre, ni una llamada anónima amenazándome de muerte. No, nada de eso. Era mi papá que llamaba para avisarme que el fin de semana vendría a casa a pasar un tiempo conmigo. Me extrañó mucho que él quisiera venir, nunca antes lo había hecho. Debo decir que la relación con mi padre no es de las mejores. Nunca pude perdonarle del todo su distanciamiento cuando yo apenas era un niño.

Me quedé sentado luego de colgar el teléfono. Fueron horas en el sofá de cuero que mi novia me había regalado por mi cumpleaños número veintisiete. Mi casa estaba a oscuras a las diez de la noche, ni una luz prendida. Solo se filtraba por la ventana de la sala una luz blanca, misteriosa, que llenaba de brillo el techo, y lo colmaba de sombras tenebrosas. Recordé algunos episodios de mi vida, de cuando era un niño. Eso me entristeció. Sentí una pesadez difícil de explicar, no entendía por qué me afectaba tanto la llegada de Fernando.

No sé cuantas horas más me quede despierto, sentado en el sofá. Desperté muy temprano. En el celular, unas veinte llamadas perdidas. Era Jenny. Amaba a Jenny, era dulce conmigo. Me gustaban sus ojos grandes color café claro. Nunca me sentí merecedor del amor que ella me demostraba. Sentía que era mucho premio para un tipo parco y melancólico. No entendí jamás cómo ella me soportaba, cómo es que ella nunca se dejó envolver por la tristeza de mi vida. Era ella quién lo envolvía todo con un aire de paz y aromas florales. Ella era un paréntesis en medio de tanta soledad. Debo reconocer que con ella me sentía menos solo. Con ninguna otra persona experimenté tal sensación.

Todo ese día estuve pensando en posibles conversaciones con mi padre. Sabía que su visita no era casual. Me perturbaba la idea de sentir invadida mi soldad. Yo vivía solo, y eso me gustaba. Jenny pasaba algunas noches conmigo, pero muy raras veces. Fernando se quedaría una semana, según me dijo. Por la tarde vino a mi memoria un recuerdo antiguo, quizás el más viejo que guardo. Recordé que caminaba con una lonchera azul en la mano, una pequeña mochilita en la espalda, llevaba un guardapolvo de cuadraditos azules y blancos, me dirigía a mi jardín, nadie me acompañaba, caminaba lento, quizá ya entonces percibía el valor de la soledad en mi vida.

Por la noche, Jenny estuvo unos minutos en mi casa. Le conté lo mal que me sentía. Ella me dijo que me amaba y que me llamaría mañana para ver cómo iban las cosas. Me regaló una sonrisa tierna y me dijo con un tono suave, maternal, que descansara, mañana llegaría papá y tenía que estar bien, al fin y al cabo era mi padre. No dormí ni un minuto esa noche.

Muy temprano por la mañana el timbre sonó dos veces. Los nervios previos desaparecieron en dos golpes sonoros estrepitosos que arremetieron contra la calma de mi vida. Cuando abrí la puerta encontré a un tipo venido a menos. Tenía los ojos rojos, su cabellera no conservaba el brillo de antaño, su rostro era invadido por arrugas exageradas. Hola papá. Me abrazó sereno. Algunas lágrimas brotaron de sus ojitos tristones. No sentí pena por él, si no por mí. No odiaba a papá, solo sabía que no lo amaba. Sentí culpa, creía que si en ese momento me veía en un espejo vería a un monstro. Dejó su maleta en el cuarto de invitados. Pasamos unos minutos sin hablar, incómodos por la situación. Ninguno de los dos atinaba en los movimientos. Ninguno de los dos sabía cómo empezar la conversación. Finalmente fue él.

Su voz me llamó mucho la atención. Era grave y pausada, aspiraba profundamente antes de cada oración. Me habló de su nueva vida. Me habló de tantas cosas a las que yo no encontraba importancia. Habló mucho, era un monólogo, como si no hubiera interlocutor. Yo sólo respondía con monosílabos o afirmando con la cabeza. Luego de unas horas dijo que se sentía cansado y que iría a dormir unos minutos. Otra vez quedé sentado en el sofá, extrañé la luz que se filtraba por la ventana.

Abrí la puerta de la habitación. Me acerqué suavemente a la cama. Contemplé cada línea de su rostro. Me acerqué cada vez más a él, siempre evitando hacer ruido. No había dudas, ya nada sería lo mismo para mí.

FIN

domingo, 12 de septiembre de 2010

Emergency Blanket - Picture of a Dream (Video Clip)

El deber y la gloria

          Estudio Ciencias de la Comunicación. Mi meta es especializarme en publicidad y, como quien no quiere la cosa también en relaciones públicas, aunque lo mío, creo yo, es más la publicidad, el diseño y la redacción publicitaria. No quiero ser soberbio, pero creo que a veces soy creativo.

Pues bien, todo esto me ha traído más de una vez la idea de ganar alguna vez algún premio por hacer mi trabajo, que espero ejercer. Algunas personas de mi entorno no confían mucho en mí, ya hablaré en otro momento de eso. Pues bien, decía que me preocupa mucho el valor que se le pueda dar a un premio en esta profesión, cuánto puede influir un premio en la publicidad, y si el afán de conseguir uno pueda ejercer una influencia negativa al momento de diseñar o redactar en publicidad.

Entonces, pensándolo muy bien, repito que esta idea no es nueva, aunque esto no asegure que mi conclusión sea correcta, aquí se las presento: el publicista no debe tener como prioridad el conseguir un premio por ejercer su trabajo.

Ya lo dice mi profesor de de redacción publicitaria de quien no recuerdo el nombre, siempre lo olvido. “Los publicistas somos mercenarios, hacemos las cosas por encargo”. Es decir, los publicistas no hacemos arte de lo que nos nazca, sino partimos de lo que otros, en este caso el anunciante quiere comunicar o mostrar. Entonces nos debemos a ese anunciante quien es el que nos paga el sueldo, y no podemos arriesgar el objetivo de llegar bien al público objetivo por tratar de hacer una pieza altamente artística pero sin ninguna relación con el anunciante y el mensaje que este quiere.

El profesional en publicidad debe pensar en su cliente, en decir el anunciante. Su deber es ofrecer un producto publicitario que transmita las características que hacen distinto al producto o servicio del cual se habla. Y si la idea lo permite, los premios llegarán por añadidura.

jueves, 9 de septiembre de 2010

El perdedor

Siempre ha sido así, nosotros los perdedores ya no soñamos con alcanzar sueños imposibles. Las caídas han sido duras, y han sido muchas, todas dolorosas, todas sustanciales, todas nos enseñaron a ser escépticos, desconfiados.


Perdí tantas veces, que el último golpe recibido que recuerdo es, justamente, el último que recibí. Y este golpe sí que dolió, quién me puede refutar que los golpes duelen más cuando, precisamente, no son golpes en el sentido físico de la palabra. Aquellos que son más sangrientos cuando no merman el cuerpo sino aquello llamado alma; que son más carnívoros cuando no tocan carne pero el dolor penetra hasta los huesos.

Es claro que fue una mujer quien me ha recordado que los fracasados no deben atreverse a soñar. Lo tenía claro: ella solo me traería problemas. Y así fue. Cada gesto dulce invitándome a seguirla por los laberintos de su rostro frágil y dulce. Cada instante que yo pensé en ella me elevó a una dimensión de colores extravagantes, vientos calmados, olores de ensueño y suavidad de nubes esponjosas acariciando cada uno de mis órganos. Me sumergí en un placer delicioso. Me extasiaba el solo hecho de imaginar mis manos tocándole los labios suavemente, y luego rozar su cuello largo y envenenado de sensualidad, resbalar por sus pechitos en formación, besar su abdomen y consumar mi amor a ella.

Todo aquello era un sueño que ella alimentaba cada día. Cada instante a solas era una invitación a algo que desconocía: la pasión extrema. Sentía que el cualquier momento no soportaría más, y le besaría ese cuellito que me traía loco, con pasión enloquecida y ternura inconmensurable. Pero no lo hice, y ella se divertía viéndome temblar ante ella, calculando cada palabra, me mordía los labios y cruzaba las piernas, era tonto pensar que ella quisiera algo conmigo. Me gustaba ser su esclavo, era feliz estando cerca de ella. Ella se divertía con cada gesto que hacía para agradarle, pero nunca fui más que un simple niñito bobo.

Ella me usó, y yo lo acepté con una sonrisa. Y volé tan alto que, aún hoy, no creo haber tocado fondo. Un día simplemente no aguanté más. Las luces débiles de la calle en la que vivía fueron mis cómplices. Me acerqué suavemente a sus labios, los rosé por unos segundos. Entonces la brutalidad de una fuerza superior a las mías me arrolló sin piedad. Yo no soy quien tú crees, me dijo, eres lindo, pero poquita cosa, niño, el juego ha terminado. Y el perdedor se fue a casa resignado, saboreando el dulce sabor de los labios de su amada opacado por el agrio de su desprecio.

lunes, 30 de agosto de 2010

LOS BLOGS A LOS QUE SOY ADICTO

Feliz día a todos los locos que escriben un blog. Por si le sirve a alguien aquí les dejo los blogs que más me gustan, espero que les guste tanto como a mí.

Moleskine Literario www.ivanthays.com.pe/

Es un blog de literatura administrado por el escritor y crítico literario Iván Thays, autor de la novela finalista del premio Herralde, Un lugar llamado oreja de perro. Es un blog en el que recopila artículos de otras páginas especializadas en literatura. Este blog me gusta mucho porque allí tengo una guía de las novedades en cuanto a libros.

La historia de la publicidad http://www.lahistoriadelapublicidad.com/

Es un blog que acabo de descubrir, pero que me hace mucha gracia. Me llama la atención el hecho de que hable sobre publicidad, la carrera que sigo, pero toma el aspecto antiguo de esta profesión, la historia, los inicios de la publicidad.


Miguel Sánchez Flores habla sobre todo lo que tenga que ver con la música. Eso lo hacen muchos blogs, pero me gusta este porque coincido con él en gustos musicales.


Carlos Carlín nos dice “Apaga la tele”… no le hago caso, pero luego de estar una horas frente a ese aparato miro su blog y me divierto un poco.

domingo, 29 de agosto de 2010

FREAKS de Tod Browning

Debe ser una de las mejores películas que he visto. Tod Browning nos muestra a un grupo de seres extraños para el resto de mundo. Raros en apariencia física, pero tan similares a todos. Son personas que aman y descubren el dolor de no ser aceptados. Son seres nobles y buenos, golpeados por la indiferencia y el repudio que los seres ‘normales’ sienten hacia ellos. Pero eso no es lo que me llama la atención de esta película de 1932. Hans, un hombre con cuerpo de niño hereda una fortuna, la trapecista del circo, una mujer hermosa y refinada, al enterarse de esto decide seducir al pequeño hombrecito para luego casarse con él. Si bien el film nos muestra una cara humana de estos seres, también nos muestra un rostro que todos como humanos tenemos, es la cara del rencor, el odio, y el deseo de venganza. Creo que eso es lo que me llama más la atención de esta película, el despojo del maniqueísmo para desarrollar una atmósfera más humana, en todo el sentido de la palabra.

DESARROLLO DE LA PUBLICIDAD

           La publicidad es una profesión nueva, pero ese no quiere decir que sea nueva en su uso. La historia de la publicidad se remonta hasta la época de los antiguos egipcios, de quienes se han encontrado documentos que señalan que esta cultura ya utilizaba alguna forma de publicidad incipiente.

A lo largo de los años la publicidad ha ido evolucionando. Fueron apareciendo los primeros antecedentes de lo que hoy llamamos paneles, gigantografías, carteles, flyers, etc. Aparecieron también los pregoneros, quienes anunciaban sucesos o noticias a viva voz.

El despegue de la publicidad no sucedió hasta la invención de la imprenta. Es en ese momento en el que la publicidad logra hacerse masiva. Es entonces cuando se inicia la etapa moderna de la publicidad, pues la aparición de la imprenta fue potenciada por el desarrollo de las ciudades.

La publicidad alcanzó niveles elevados, tanto así que el periódico The Spectator incluye en sus páginas publicidad, pues esto les ayudaría a solventar los gastos de impresión. Entonces surge lo que se conoce como “tarifa publicitaria” de los medios de comunicación. A partir de la incursión de la publicidad en los medios masivos de comunicación, se comienza a especializar para posteriormente convertirse en una profesión, entonces surgen las agencias de publicidad. En 1845 nace en Francia la primera agencia de publicidad, "Societé Géneérale des Annonces", destinada a prestar servicios a los anunciantes y a mediar entre estos y los medios de comunicación.

Durante el siglo XX la publicidad se vuelve más especializada. En los primeros años de 1900 la publicidad solo se dedicaba a mantener a la marca dentro de la mente del consumidor. Luego se pasaría a la elaboración de argumentos para estimular la compra de un producto. Estos argumentos eran racionales. Es esta etapa del desarrollo de la publicidad aparece la radio y esto transformaría la forma de anunciar, que hasta entonces había sido solo por medios impresos.

Hacia 1950, los mensajes publicitarios de centraron en la propagación de la marca y algunos rasgos diferenciales, que luego serían el eje de las estrategias de imagen que luego se pondrían de moda. Durante estos años aparece una concepto trascendental para la industria publicitaria, se trata del UPS (Unique selling proposition o Propuesta única de ventas). La propuesta única de ventas se centraba diferenciar un producto con respecto a su competencia.

Jhon Walter Thomson desarrolla la publicidad testimonial. Esta forma de hacer publicidad se caracteriza por la venta de un producto destacando sus beneficios y asociándolo a un personaje que tenga rasgos de su personalidad que se asemejen a las de la marca. La estrategia consiste en acentuar el prestigio de un producto al de una personalidad a la que se le otorga reconocida autoridad en determinados aspectos, ya sea un artista, un científico o un deportista.

Con Ogilvy, la publicidad se centra en la creación de mensajes a partir de propuestas creativas, este cambio sustancial, permitiría diferenciar a los productos mediante cualidades explícitamente subjetivas. Se cambia el enfoque tradicional de la publicidad tal como se utilizaba en la década anterior, ya que dejaba de ser articulada racionalmente para apelar a mensajes divertidos o sorprendentes. Entonces se utilizó el humor como herramienta para persuadir y llamar la atención de los potenciales consumidores, uno de los máximos exponentes de la publicidad humorística fue Bill Bernbach.

Muchas crisis golpearon a la sociedad norteamericana tales como: Vietnam, el caso Watergate, etc. La sociedad no se ocupaba de la publicidad, entonces el recurso humorístico perdió valor y efectividad.

Se tenía que buscar la forma de llegar al público efectivamente, entonces surgió el recurso de la segmentación. Los mensajes publicitarios fueron planteados para distintos tipos de públicos, al igual que los productos, los cuales se especializaron en satisfacer distintas demandas a pesar de pertenecer al mismo rubro.

La publicidad en estos tiempos sufre la arremetida de una dran enemigo : en control remoto. La gente no mira la publicidad que sale en la tv. En los cortes comerciales, cambia de canal. Entonces la publicidad ha optado por el pratocinato y el auspicio de diferentes programas televisivos, con lo cual se asegura que el televidente tenga que ver la marca dentro del mismo programa sin necesidad de esperar el corte comercial.

Pero además ha aparecido otro soporte importante: internet. Este nuevo soporte trae nuevos retos para la publicidad, pero también nuevas opciones de expandir el aspecto creativo.

jueves, 19 de agosto de 2010

MARIANITA

Mientras el muchachito se quita la ropa, la niña lo espía desde el umbral de la puerta. Se quita la camisa a cuadros que debe ser de su padre, los pantalones bien planchados que dobla con sobriedad disimulando sus nervios, se queda en ropa interior. Es flaquísimo, casi no tiene carne. Se ve tan indefenso. Es tan lindo, Marianita, pobrecito el niño, quiere ser hombre esta noche. Es menor que tú, apenas debe está en el colegio. Qué delgadito y frágil se le ve. Tú ya eres una mujer, con el cuerpo de mujer, con la tetas en su sitio, el cabello pintado y las uñas bien al rojo vivo. Eres una fiera, gatita, u-n-a f-i-e-r-a.

Entonces la niña entra, confiada, está en su ambiente, y allí no existen los nervios. Se acerca al muchacho con movimientos suaves, contornea la cintura, es lo que buscaba: ser otra. El muchacho respira hondo, experimenta una erección. Pasa saliva y contempla las suaves líneas del cuerpo de la mujer. Tiene el rostro dulce de una niña que se contrasta con el maquillaje exagerado, las uñas pintadas con un rojo intenso, al igual que los labios, la rodea una luz rosada. Esa luz inunda el cuarto. Entonces Marianita, no, perdón, Clarice, besa al muchacho en la mejilla, en la boca, le hace cosquillas con la lengua en la oreja y le susurra indecencias.

- ¿Cómo te llamas?- pregunta de repente.

-José- responde el muchacho, completamente excitado.



¿Qué pasó, Marianita? ¿Qué pasó aquel día? ¿Qué hizo, qué te dijo para que ahora estés aquí, a esta hora? Es cierto, le abriste tu corazón a un desconocido, a un niño, le dijiste tu nombre, tu verdadero nombre, Mariana Fesser. ¿Por qué? Lo piensas y no encuentras respuesta. Era un niño que te escuchó, nadie te ha escuchado antes ¿o sí? Elegiste la vida que elegiste buscando amor, Marianita, buscando tanto amor en los encuentros nocturnos en habitaciones iluminadas de color rosa. Te llenó la existencia este trabajo. Tal vez, Marianita, tú no necesitabas amor, tal vez te sobraba y solo querías compartirlo. ¿Entonces por qué estas acá? Acaso te enamoraste de verdad. No lo sabes. Tocan el timbre de salida, cientos de niños se apresuran por la puerta hacia la calle. Marianita está quieta, sentada al borde de la banqueta opuesta al colegio de José. Él sale. Ella lo mira, pero él, como tantas veces, no advierte su presencia. Nunca le hablarás, Marianita, nunca, solamente Clarice, solo ella.

domingo, 15 de agosto de 2010

La publicidad necesita de la literatura

“Todos somos publicistas por naturaleza, pues todos creamos para los demás una percepción de nuestra imagen. La diferencia está en que los publicistas cobramos por hacerlo… a las profesionales que cobran por hacer algo que otra hacen gratis en sus casas las llaman, con desprecio, putas” GUSTAVO RODRÍGUEZ.


Con esta reflexión, Gustavo Rodríguez, culmina una columna titulada, “Soy publicista, y qué” publicada en su libro “Traducciones peruanas”. El texto habla sobre el prejuicio que los literatos (y periodistas), en sus círculos más cercanos, expresan hacia la labor del publicista. La razón: creo que se debe a que los escritores y periodistas ven a los publicitas como materialistas, impulsores de la injusticia social y del crecimiento de las brechas culturales entre ricos y pobres. Esto está ligado al hecho de que algunos malos publicitas proyectan una imagen negativa de la publicidad, y esta no pasa desapercibida, pues el trabajo del publicista es justamente lo contrario: llamar la atención.

Pero la publicidad no debe ser vista como algo negativo, pues esta también busca la mejora de la sociedad al igual que la literatura, cada una a su modo. Mientras la literatura busca, a través de las historias que narra, la reflexión del lector frente a determinados temas. La publicidad busca eso a través una campaña televisiva contra la desnutrición, o incentiva la donación para la Teletón. Ambas buscan objetivos similares, ciertamente cada una a su estilo.

Pues bien, tampoco podemos negar que el fin fundamental de la publicidad es vender un producto determinado. Pero esto no debe ser visto como algo malo. La publicidad tiene que ocuparse de vender sin lastimar la susceptibilidad de su público, vendiendo productos de manera inteligente y creativa, no solo mostrando muchachas curvilíneas en diminutos bikinis diciendo que compremos tal marca de cerveza.

miércoles, 11 de agosto de 2010

MELQUÍADES

Caminaba lentamente. ¿Quién era aquel hombre? Recuerdo que entristecí. Hizo una seña con las manos, como si quisiera que lo siguiera. Tenía los ojos diáfanos y la mirada triste. Llevaba la ropa sucia. Colgaba de su hombro izquierdo un morral rojo. Resbaló dos veces, recuerdo que lloré más. No controlaba mis lágrimas, no controlaba nada de mí. Entonces hice un esfuerzo, volví la mirada y mi madre lloraba desconsolada, ella no miraba al mendigo que, asustado y triste, seguía con su andar débil. No, ella lloraba simplemente.
Tal vez era un borracho, no lo sé. La curiosidad pudo más. Mamá lloraba, yo tenía que consolarla ¡Yo tenía que estar con ella! Salí de prisa. Una vez fuera el frio me golpeó la cara. Tenía una chompa delgada, un pantalón de pijama y unas pantuflas viejas que pertenecieron a mi padre. El frío penetraba por todo mi cuerpo. No me importó. Di unos pasos, el hombre caminaba lentamente, había algo familiar en aquel desconocido. Instintivamente lo seguí. Caminaba con la cabeza baja, el cabello sucio y largo. Era joven, a lo mucho treinta años. De su cuerpo emanaba un aroma desagradable, inmundo. Su rostro, en otro tiempo perfecto, estaba repleto de heridas y moretones, tenía los labios partidos. Yo lo conocía. Entonces creí entender, pero la idea era descabellada, simplemente era imposible.